La moda y el borreguismo-Manuel Requena Gómez
LA MODA Y EL BORREGUISMO
Todos hemos seguido, con mayor o menor devoción, los parámetros que marca la moda al inerme ciudadano. De eso no hay duda. A veces incluso a regañadientes. Sabedores de la estulticia que significa por ejemplo tenerme que embutir en unos ajustados jeans con lo cómodo que yo estaba en mis tejanos holgaditos.
Pero la moda no se ciñe sólo a la indumentaria, aunque ésta sea la reina de la fiesta.
Cuando decimos que algo “está de moda”, “se lleva”, “es muy fashion”, etc. Es que se nos está intentando imponer unas tendencias marcadamente interesadas por la industria textil, del mueble, de la gastronomía, de la cosmética, Etc., etc., etc.
Hasta tal punto la moda es sometimiento que si no la sigas estás como se decía antes y recoge nuestra RAE, “demodé”. Estar en esa situación es poco menos que tener la lepra; es decir, estás abocado al rechazo en círculos sociales y repudiado como miembro de la comunidad. Sinceramente creo que no exagero. En muchos casos no ir a la moda es darle la espalda a las señas de identidad que hacen sentirnos tribu. Fuera de ese ghetto te conviertes en un lobo solitario. Tan mal visto hoy día.
Si hasta ayer mismo estabas a la última con tus calcetines negros, hoy resulta que llevar calcetines es una aberración. Aunque vayas rabiando con unos recios zapatos como veo por ahí. No olvidemos la celebre frase “ Para presumir hay que sufrir”. Y si la novedad nos dicta que la apariencia está por encima del sufrimiento, pues a jod…..
Tratamiento aparte merecería la moda en peluquería. Donde se generan los mayores estropicios imaginables. Si hasta hace un año llevar bigote era repulsivo, hoy vuelve a estar en boga. La barba más o menos crecida ha venido para quedarse. En las mujeres el recogido del cabello en lo alto de la cabeza hace pensar en gatitos perfectamente acomodados en el parietal de la moza.
Estimo que seguir la moda está bien, pero ser esclavo de ella evidencia una falta de personalidad y seguridad en sí mismo. La moda es cambio y muchas veces los cambios proporcionan regeneración y un cierto entusiasmo o alegría. Eso está bien.
Pero se ha de tener en cuenta que a veces la renovación, las vanguardias, en definitiva las modas, acaban exterminando costumbres que conforman el acervo cultural de un pueblo.
Cuando vas “a la moda”, pretendes ser la imagen que das, unas veces lo conseguirás y otras, simplemente, quedará sólo en fachada. Querer no siempre es poder.
¿Quién no ha querido parecerse alguna vez a un actor o actriz, a un deportista o a determinado famoso/a? Además hoy en día las perchas más buscadas por los modistos y las empresas son los famosos, quienes se han convertido en un codiciado ejemplar al que deseamos enfundarles nuestros productos al precio que sea. Ni que decir tiene que este mundillo genera riqueza, indudablemente. No hace mucho leí que la industria de la moda crea en el mundo unos 300 millones de empleos y un volumen de negocio de ¡¡¡UN BILLON DE EUROS!!! Joder con la ropita.
Mi opinión es que al final el “sedimento” de la moda que se queda o debería quedarse, es todo lo que enriquece la elegancia, la comodidad y la belleza. Si para llegar a este punto de equilibrio hemos de dejar por el camino gatos acurrucados en cabezas vacías, jeans que parecen haber sido usados por Freddy Krueger ( * ) o pantalones desorientados que confunden las nalgas con la cintura, habrá merecido muy mucho la pena.
( * ) También vale Eduardo Manostijeras.
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