El fútbol como enseñanza

 

Debo decir que, para sorpresa de mi lector, no haré una defensa a ultranza del fútbol en esta reflexión sino un intento de comprender y racionalizar  dicho deporte. Es bien sabido que, de un tiempo a esta parte, la globalización y la economía han tenido, grosso modo, dos efectos en el fútbol de élite: de un lado, la conversión del fútbol en uno de los mayores negocios existentes a nivel mundial y de otro, en un fenómeno de masas que permite a los grandes clubes tener seguidores más allá de sus fronteras.

Sin duda, la cuestión más controvertida es la masificación del fútbol en la medida en la que, en muchas ocasiones, se asemeja a la denominada oclocracia griega que exalta pasiones entre los hombres, unidos en una afición por un equipo, y enaltecen a quienes demuestran destrezas con el balón en los pies hasta el olimpo de los ídolos (y en algunos casos, de los dioses). A mi parecer, todo ello responde a una perversión de la virtud, a un vicio que, por ser tal, peca por exceso.

Sin embargo, si uno observa más allá puede comprobar las grandes virtudes que representa la afición a un equipo de fútbol, a saber: la virtud de la lealtad y la confianza en el otro que es esencia de la amistad; el amor al prójimo, sea conocido o desconocido, por la alegría en la celebración de sus logros y la misericordia en la tristeza de su derrota y, como reza el himno del Atlético de Madrid, la enseñanza de que tanto el juego como la vida son una persistente “manera de subir y bajar de las nubes” pero que “viva mi Atleti de Madrid” porque, incluso sumidos en la incertidumbre, siempre debemos buscar un motivo para celebrar.

Asimismo, el futbol muestra la sociabilidad del ser humano y su necesidad de conformar comunidades mediante la comunión entre un equipo y una afición: no es sino el otro quien nos ayuda a atenuar nuestras penas y quien brinda con gozo por las buenas noticias. De otro lado, el fútbol es también una lucha constante frente al olvido porque honra a quienes con su compromiso y ejemplo de deportividad dejaron un legado que se preserva en la memoria de las generaciones posteriores.

Así pues, aún degenerado, el fútbol guarda íntimas verdades que constituyen una gran escuela de vida.

 

Joaquín Fernández de Aguilar

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