El arte. Estética y Comunicación-Manolo Requena

 EL ARTE. Estética y Comunicación.

¿Es arte lo que sólo es bello? ¿Y lo que no es bello pero transmite? ¿Y si lo que transmite es rechazo pero nos hace mirar dos veces? ¿Existe el arte repulsivo? Me parece que, sobre todo, en las nuevas vanguardias muchas veces ha sido así. 

En definitiva ¿Es, como el oro, arte todo lo que reluce? Evidentemente no, claro. Porque puede que para ti reluzca pero no para mí. 

¿Son bellas las pinturas negras de Goya? Lo primero que habría que tener en cuenta, es si lo que representa es bello, bonito, agradable de ver o lo que es realmente hermoso es la forma de hacerlo, o sea que un aquelarre o unas espantosas brujas sin dientes nos encojan el alma.  

Yo creo que el arte no tiene por qué ser bello pues si de lo que se trata es de que se nos conmueva el ánima, esto puede ocurrir con la conmoción que nos sacude la pura belleza o esa otra turbación que hace que lo no bello, pero sí extraño y único nos haga pensar.

Conexión es la palabra. La obra debe estar conectada al individuo por un finísimo hilo de magia que logre un enamoramiento inmediato al que por momentos no se le encuentre explicación. 

Eduard Munch, el pintor de la angustia, cuyo cuadro más conocido “El Grito” evoca y remueva las entrañas de una manera conmovedora y amarga, sería para mí arte con mayúsculas. Porque te hace comprender que el arte está ahí no sólo para disfrutar de su belleza, sino para mostrarnos con mayor o menor crudeza el lado obscuro de la vida. 

Un grito existencialista, vacío y desesperado, donde el personaje y el artista se dejan en él un último aliento previo a unas amargas lágrimas. Es un grito silencioso para el oído, pero estridente para el alma. Que desgarra las perezosas telarañas de un amanecer/atardecer cósmico.  

El arte debe conmover como lo hacen las cosas importantes de la vida. Una canción, un amor, una victoria del Real Madrid, Etc. Y si a veces es hasta la lágrima, pues mejor que mejor.  

Pero cuidado con el Síndrome de Stendhal, que al parecer es un quedarse alelado frente a un exceso inesperado de belleza. Todo en exceso es malo, hasta la belleza, ¡Qué mundo más raro! 

No deja de ser cierto que calificar una obra como arte pasa por el tamiz más o menos certero del crítico en cuestión. Quien evalúa, con mayor o menor acierto una serie de parámetros técnicos que son los que han de determinar si un cuadro, un libro o una catedral, se han de considerar una obra de arte o no. Si siguen los correspondientes cánones que harán posible su clasificación en estilo, vanguardia, etc.

Claro está que esos criterios tan íntimamente relacionados con los gustos del opinante, pueden generar lógicas controversias que desembocan habitualmente en verdaderos choques de opinión. 

Lo fundamental es que el arte no necesita de mediadores para exaltar sentimientos. El creador debe seguir siendo ese habitante de las cavernas que en completa soledad nos legó unos dibujos cargados de misterio

Resumiendo, me quedo con que el arte ha de ser como mínimo: Conmovedor, inquietante, más hermoso que bello, provocador, subjetivo, polémico, vivo, y sobre todo que nunca deje de hacernos pensar. 

Lamentablemente para muchos, el arte es sólo morirse de frío.    

 

                                                     

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