El arte. De lo sublime a la estafa-Marcos Hurtado Pulido
El arte
De lo sublime a la estafa
Marcos Hurtado (1964)
Fuera
está cayendo la del pulpo. Primero era alerta amarilla; pero anoche vieron que
la cosa se iba poniendo chunga y pasaron
a roja sin pasar por la casilla del naranja. Pobre gente ésta de la meteorología.
Lo cierto es que lo de adivinar el tiempo es todo “un arte”.
Pero
¿qué es una obra de arte? Desde una perspectiva que puede que te parezca básica
y primitiva (“asegún” cómo seas) yo la definiría como una creación que lleva mi
emoción a lo sublime y cuya elaboración, además –aquí es donde puede que a
alguien le chirríe- ha supuesto un esfuerzo técnico muy elevado y la
puesta en práctica de unas habilidades singulares. Este planteamiento sería
aplicable a la pintura, a la escultura, a la música, a la literatura, al cine y
supongo que alguna otra disciplina artística que ahora se me escapa.
Ya
te irás oliendo por dónde va la cosa…
Probablemente
estemos de acuerdo en el asunto de la emoción. Una obra de arte debe generar un
sentimiento especial; distinto a lo corriente. Pero dependiendo de tu edad o
tus gustos puede que estemos tan en línea en el asunto de la dificultad de
elaboración y en la demostración de habilidades técnicas de elevado nivel (por
no decir supremas).
Bueno,
ya se dice que “para gustos los colores” y no pretendo convencerte. Pero desde
mi humilde punto de vista, tanto en la historia del arte, como en la actualidad
del mismo, hay cosas francamente denunciables y algunas simplemente
escandalosas.
No
hace mucho, un pamplinas dijo haber creado una obra de arte “invisible”. Se
trataba por lo visto de una forma cúbica. Este italiano puso en el suelo una
cinta adhesiva formando un cuadrado y dijo que encima había un cubo invisible.
Hay que ser payaso; o listo. Porque peor es el imbécil snob que pagó 15.000
euros por ella y dijo que no había comprado “una nada”, que había comprado “un
vacío”.
Comienzo
por un hecho extremo, pero real. Puede que todavía estemos de acuerdo. Pero no
te confíes, porque seguimos.
Date
una vuelta por ARCO alguna vez; o por alguna galería al uso. ¡Cuidado! Ya
estamos hablando de “arte contemporáneo”. Si encuentras algo que al verlo
entiendas “qué es”, o que te quiere
“decir algo” y que no sea, como dicen despreciativamente los modernos,
“figurativo” (o sea, que presente algo que se “ve lo qué es”) pues vienes y me
lo cuentas.
Pero
claro, hay toda una tropa de “entendidos” y “espabilados” que generan un gran
“cash flow”; vamos, que se mueve pasta gansa que no veas. Unos se llevan el
dinerito y otros pueden presumir de tener en el salón lo “último” de…
menganito. Allá cada uno con su dinero.
¿Seguimos
coincidiendo? Puede que ya no. Qué le vamos a hacer. Bueno. Pues sigo.
Todo
lo anterior, siempre a mi juicio, es un fraude. Pero ahí voy. Dos de las
mayores estafas vividas en la historia del arte han sido, en este orden de
mayor a menor, el “arte” abstracto y el
cubismo. ¡Qué fuerte! ¿no?. Pintar
monigotes o formitas geométricas o, sencillamente, manchones no me da a mi sea
algo que sublime el alma. Y en muchos casos pintados por artistas “de verdad”
(pero les dio por ahí…). Por una parte, en el ámbito de la dificultad, son
cuadritos que muchas veces podría copiar hasta un niño. Sí, me dirás, tal vez,
que en el Prado has visto a geniales copistas de las obras maestras de Goya, o
Velázquez o Rubbens. Efectivamente; pero poquitos. Mi padre, que pinta muy bien
en estilo “figurativo” (qué pena), se ha hinchado de copiar y regalar Picassos.
He
leído toda suerte de “explicaciones” sobre estas dos fraudulentas corrientes. Y
ahí está el principal problema.
Una
obra de arte no necesita explicación. Emociona y genera admiración “sin letra
pequeña”.
¡Si
Miró levantara la cabeza!
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