¿Debemos prescindir de la carne como alimento humano?- Joaquín Fernández de Aguilar

 En los últimos tiempos, se ha acelerado una tendencia que no solo cuestiona el consumo de carne, sino que defiende una alimentación que prescinda de ese producto. Son muchas las cuestiones que suscita esta cuestión por las consecuencias económicas que conlleva para la ganadería, un sector que se vería notablemente perjudicado si disminuye el consumo de carne así como el perjuicio que supone la ausencia de las proteínas de este alimento en el crecimiento de los niños. No obstante, esta cuestión resulta más acuciante con el auge del animalismo que defiende que si el ser humano es igual a cualquier otro animal, no debe utilizarlos para su propia beneficio y ni siquiera, en este caso, para su alimentación.  Al margen de si la ausencia de la carne en el consumo cotidiano de comida supone, científicamente, más beneficios que perjuicios para el ser humano, ante esta situación, se pueden plantear una serie de preguntas: ¿Es éticamente admisible imponer la disminución del consumo de carne para el general de la población, tal y como plantea el plan 2050 del gobierno español? ¿Por qué si el problema es el daño que se hace a los animales no plantean con la misma intensidad la disminución del consumo de otros  animales que sirven de alimento para el ser humano como peces o ciertos moluscos? ¿Es bueno generar hábitos alimenticios que pueden implicar cambios en la ingesta de determinados alimentos con el fin de eliminarlos del menú diario? 

La cuestión del consumo de carne no sería un problema social si, cada cual, en su vida privada decidiera si lo consume pero, por el contrario, se comienzan a ver programas legislativos que plantean una disminución de su consumo para toda la población lo que es, en cualquier caso, inadmisible tanto para quienes se dedican a la ganadería como para el respeto a la autonomía individual de cada persona para decidir en qué basa algo tan necesario como su alimentación.

Joaquín Fernández de Aguilar.