El trabajo nace con la persona-Manolo Requena Gómez
EL TRABAJO NACE CON LA PERSONA
Siempre se ha dicho que el trabajo es
salud. “Pues viva la tuberculosis”, proclamaba el graciosillo de turno. Raphael
cantaba en los 60 sin pudor y a los cuatro vientos, aquello de que el trabajo
nace con la persona y que, para más inri, es el amigo más fiel, arrebatándole
ipso facto el puesto a los cánidos. Luego matizaba que era como una dura
condena, lo que hacía proyectar en mi mente infantil tristes canciones que los
esclavos derramaban junto a su sudor por las infernales plantaciones.
Creo que mis primeros recuerdos directos relacionados con el
trabajo, se remontan a cuando mi padre volvía a casa con la ropa de trabajo
sucia y un olor característico a taller que me trasmitía una desasosegante
sensación de conformismo y sometimiento, allí estuvo 40 años, con sus veranos tórridos y sus inviernos
húmedos que le fueron socavando su fuerte salud.
Qué diferente es ganarse la vida de unas formas u otras;
comprar su vida cada día con su sudor como moneda de cambio. Para, a la vez, ir
dejándosela a chorros jornada tras jornada, que hacerlo de, por ejemplo,
personal shopping, ¿Verdad?
O trabajar desatascando alcantarillas en comparación con la
actividad de perfumista.
Trabajos forzados en un gulag
de Siberia. Eso sí que era trabajar con desánimo. Con sólo pensarlo se me
encoge……..el alma.
Faena dura y mal remunerada, tiempos difíciles en los que
trabajar y vivir era una misma cosa, y en la que ocio podría ser lo mismo una
planta exótica que algún alimento de ultramar.
Me encanta esa frase del gran Facundo Cabral, R.I.P.: “Mira
si es malo trabajar que tienen que pagarte para que lo hagas”.
Por otra parte, no hay duda de que el trabajo bien entendido
es salud mental e incluso física, siempre y cuando nos satisfaga su
ejecución.
Está claro que un cierto agrado en la actividad laboral pasa
por una elección vocacional de la misma o al menos que el día a día sea
soportable para nuestros músculos y neuronas. Cuando esto no es así, entra en
escena la insatisfacción y la farmacología para intentar arreglar el desaguisado.
Trabajar, trabajar y trabajar en pos de la creación
artística. El literato, el pintor o el escultor, se obsesionan destruyendo lo creado y
volviendo a empezar con el ánimo de encontrarse cara a cara con la perfección,
esa dama de belleza única y carácter desdeñoso que dicen ronda al esforzado
artista sin mostrarse jamás en plenitud.
Mientras escribía en esta virtual hoja de papel, recibía una
noticia que por frecuente parecía perder dramatismo. Que por habitual intentaba
pasar desapercibida. Pero he decidido
ahondar en ella. Me he parado en contemplar una escena trágica, a la que se ve
abocada el trabajo de pescador, del pescador, de ese campesino de la mar,
históricamente mal remunerado como la de su primo el agricultor.
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