La tecnología y los mayores: ¿es la tecnología un obstáculo para su vida?

 

¿Cuáles son los efectos que la digitalización y el progreso de tecnológico provocan en las personas de avanzada edad? Es bien cierto que para responder a esta cuestión deberíamos saber qué trato tiene la sociedad con respecto a nuestros mayores. Sin embargo, como hacer tal ponderación sería un juicio de valoración inexacto, hablaré por mi.

 El desarrollo tecnológico avanza a un ritmo vertiginoso e inversamente proporcional al creciente envejecimiento de nuestra pirámide poblacional lo que supone, sin duda, un potencial problema que comienza a hacerse patente en nuestros días. Si la tecnología es una herramienta para facilitar la vida de los seres humanos, ¿por qué resultan tan complejos los procedimientos digitales? ¿No es ya suficientemente complejo para nuestros mayores el uso de dispositivos electrónicos como para dificultar aún más el acceso a documentación que se torna imprescindible para la vida diaria, como el pasaporte de vacunación? ¿No es la digitalización de aquello que resulta imprescindible para la vida diaria un modo indirecto de excluir a aquellos, fundamentalmente personas mayores, que no saben utilizar las nuevas tecnologías? Sumidos en un muy a menudo estúpido asombro por los avances tecnológicos no reparamos en que las consecuencias negativas para la digitalización de la vida se multiplican de forma exponencial en aquellos que nos preceden y a quienes tanto debemos. Para quienes el amor y el respeto individual que les profesamos debe convertirse en una mejor atención de sus necesidades, adaptando los avances tecnológicos a una inclusión plena en la vida civil.

En estas cuestiones también subyace una disyuntiva entre el ser y el deber ser, es decir, entre que algo sea posible y que algo deba hacerse , es decir, que sea bueno pues no todo lo que es posible es necesariamente bueno. A este respecto, el avance tecnológico nos muestra un abanico de posibilidades cada vez más amplio pero la cuestión fundamental estriba en preguntarse acerca del telos de ese progreso, esto es, la finalidad a la que sirve. Sin duda,  muchos de estos avances conllevan múltiples beneficios pero también perjuicios y por ello, en este caso, es nuestra misión orientar los avances que ofrece la técnica a mejorar la vida de toda la población, con independencia de su edad.

Sirva esta reflexión para recordar dos verdades que a menudo obviamos: de un lado, que la tecnología nos acerca a quienes se encuentran lejos pero nos aleja de quienes están cerca y de otro, que ninguna vida puede valorarse por un criterio utilitarista: la vida de un anciano tiene una dignidad intrínseca que no se mide por su aportación a la sociedad y es una obligación moral defender que su edad no debe ser un pretexto para excluirle de una sociedad obsesionada por adaptarse a los nuevos tiempos.

Joaquín Fernández de Aguilar.

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